Ruta de las murallas
Además de su castillo, Tarifa ha tenido a lo largo de la historia tres recintos amurallados, de los cuales se conservan bastante bien sus restos.
El recinto conocido como Almedina se construye partiendo de la edificación originaria del castillo califal hacia el este, ocupando la continuación de una meseta situada al borde del mar. Destaca la torre del Miramar, donde hacía esquina, girando hacia el norte por calle Aljaranda y Guzmán el Bueno. Este recinto puede datarse en época almorávide, y a él pertenece originalmente la Puerta de la Almedina, con su bóveda de ingreso y seguida de un recodo protegido por rastrillos entre arcos. Tras la ampliación de la muralla, el sector de la muralla de la Almedina que da a calle Aljaranda y Guzmán el Bueno pierde el uso militar, lo que permite que las viviendas se le adosen por ambas caras.
Algo después, quizás en época almohade, el recinto amurallado se amplía hacia el este y en parte hacia el norte. Este nuevo recinto se denomina Aljaranda, y aprovecha todo el frente sur del anterior, prolongándolo hasta la actual esquina sureste, con la torre denominada de los Maderos, donde se aprecian las obras de adecuación en la Edad Moderna para la instalación de artillería. Sigue el sector llamado de Santiago o de Jesús, con poderosas torres hacia la calle María Coronel, la cual discurre por lo que antiguamente era el foso de la muralla, citado en la crónicas de la conquista, y que fue embovedado para desviar el cauce del arroyo que atravesaba Tarifa, y cuya salida podemos ver en La Caleta. Las elevaciones situadas frente a la muralla hacen vulnerable ese flanco, que siempre ha sido elegido por los atacantes, y de hecho la conquista cristiana se inició por allí.
El frente norte quedó en buena parte intramuros tras la última ampliación, y sus restos fueron progresivamente absorbidos por la trama urbana. Se conserva el Macho, una torre de la muralla que quedó aislada y que da nombre a una calle. Junto a ella, en la Cárcel Real, actual Sala de Exposiciones Municipal, se aprovecha en su construcción la torre que protegía la esquina noroeste, rodeada por una barbacana. Este segundo recinto se construye en tapial, con zócalo y esquinas de mampostería.
Finalmente se construye un último recinto, por la saturación del espacio de los anteriores y la necesidad de albergar temporalmente contingentes militares provenientes del Magreb, ya que la ampliación se produjo quizás bajo el dominio de los meriníes norteafricanos, que hicieron de Tarifa su principal puerto. El nuevo recinto amurallado triplica la extensión de todos los anteriores. Traspasa la barrera al norte que suponía el río y abarca toda la vaguada hasta la siguiente elevación, para evitar ser fácilmente atacado. La suma de las diversas murallas crea la planta poligonal actual. La técnica empleada ahora es el tapial recubierto de un paramento de mampostería, con sillarejo en las esquinas de las torres. En diversos puntos del sector norte apoya directamente sobre los afloramientos rocosos.
El sector oriental, inmediato a la Aljaranda y hacia el Retiro, fue reconstruido por soldados ingleses venidos de Gibraltar, que junto a la guarnición española al mando del General Copons resistieron el asedio de las tropas napoleónicas bajo el mando del mariscal Víctor, enfrentamientos en los que la muralla sufrió graves daños, ya que la artillería gala abrió una brecha que fue defendida bravamente. Y es que la Edad Contemporánea no será menos agitada en Tarifa de lo que habían sido los siglos anteriores, y sus murallas pueden alardear de haber sido una de las últimas en haber servido para su función defensiva originaria. Al fallido intento francés de 1811 sigue la algarada liberal de 1823, que supuso para Tarifa sufrir saqueos y otro asedio por parte de los franceses de los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, esta vez con éxito. El siglo XIX vivió otros intentos revolucionarios, debidos a las sangrantes desigualdades existentes entre una oligarquía que controlaba la tierra y el poder municipal, y una gran masa de desheredados: pescadores, ganaderos, artesanos o carboneros.
Volviendo a la muralla, a continuación estaba la Puerta del Retiro o de la Red, que daba paso por un rastrillo al río que atravesaba el pueblo y de la que sólo se conserva un lateral del paso peatonal, en parte embebido en una construcción moderna, a la entrada de La Calzada. A partir de esta puerta la muralla continúa por calle Calzadilla de Téllez hasta la Torre del Corchuelo, que ha sufrido también numerosas intervenciones. El sector norte de la muralla ha sido aprovechado por varias viviendas que se adosan tanto al interior como al exterior, en calle Amador de los Ríos y Avenida de Andalucía. Resulta pintoresco el estrecho paso en la muralla llamado Boquete de la Cilla, que conserva uno de los arcos que se adosaron al interior para el camino de ronda. Centrada en el frente norte se halla la Puerta de Jerez, originalmente con arcos de herradura entre las cuales hay una bóveda de espejo con pinturas. Estaba flanqueada por dos torres, pero en época cristiana el espacio entre ellas se cubre con una bóveda de cañón y un arco. Una pequeña estancia lateral, en la que hasta el siglo XX se cobraba el impuesto del “consumo” sobre toda mercancía que entraba y salía de la ciudad, alberga ahora una obra del célebre pintor tarifeño Guillermo Pérez Villalta. La esquina noroeste de la muralla la forma la Torre de San Sebastián y desde allí, a lo largo del Paseo de la Alameda hasta el castillo, la muralla se conserva sin torres, con un talud en su parte baja y aspilleras en el coronamiento, debido a reformas de época moderna. En ella se abre un postigo, llamado Arco de San Julián, y puertas y ventanas de casas. La antigua Carnicería y Pósito se asoma a la Alameda como un bastión saliente, en el que se reaprovechan una o quizás dos torres anteriores. El último tramo que uniría con el castillo falta en la salida de la Calzada, en donde se ubicaba la también llamada Torre de la Red, que daba salida al río.