La historia de Tarifa

Tarifa es un lugar mágico, un enclave geográfico espectacular, encrucijada entre continentes y  mares. Tiene un hermoso paisaje natural, costero y terrestre bien conservado y un clima que le da fama y carácter.

Está ubicada en el extremo más al sur del continente europeo. Ésta es la razón por la que  ha tenido a lo largo de los siglos tanta relación con ese continente como con el africano, hasta el punto de  que algunos autores plantean que el hombre llegó a nuestro continente a través  del Estrecho de Gibraltar.  Tuvo un temprano poblamiento por parte de bandas de cazadores-recolectores. Tiene  una densa red de yacimientos paleolíticos en el entorno de la antigua Laguna de la Janda, situada hacia occidente (que fue desecada hace apenas un siglo).  Lo más representativo de la zona son las pinturas y grabados paleolíticos de la Cueva del Moro, en la Ensenada de Bolonia, que representan caballos y una yegua preñada. La zona alberga además un gran foco de pinturas post paleolíticas, que ocupan tanto cuevas, como abrigos rocosos poco profundos, tales como la Cueva de Atlanterra o de Las Palomas. En estos enclaves se encuentran representaciones de figuras abstractas o esquemáticas de humanos y de animales. Es un hermoso tesoro extremadamente frágil.

Se conservan otros muchos vestigios de la prehistoria más reciente, como la agrupación de dólmenes y menhires del Aciscar, Facinas y las Caheruelas, probablemente calcolíticos. Así como la Necrópolis de los Algarbes,  que está emplazada en el extremo oeste de la ensenada de Valdevaqueros. Esta necrópolis tiene  un impresionante conjunto de sepulcros excavados en la roca, algunos son de grandes dimensiones. Están datados en la Edad del Cobre y del Bronce.

Los fenicios fueron colonizando diversas áreas costeras desde el otro extremo del Mediterráneo en su ruta de navegación hacia Gadir (Cádiz).Estos comerciantes debían atravesar el Estrecho donde estaban las míticas columnas de Hércules, a quien los fenicios identifican como el dios Melkart. Es en este periodo cuando se empiezan a explotar intensamente los recursos pesqueros. Se han encontrado vestigios de varios asentamientos en los que convivieron los fenicios, púnicos y cartagineses con los indígenas íberos, que en esta zona eran conocidos como turdetanos. Los fenicios aparecen de nuevo en Los Algarbes, el subsuelo del castillo de Guzmán el Bueno y en la isla de las Palomas. Allí destacan las grandes tumbas excavadas en la roca, y que pudo haber algún templo. Presidiendo la Ensenada de Bolonia se encuentra la Sierra de la Plata, con el yacimiento de la Silla del Papa. Este enclave es  un impresionante emplazamiento natural encajonado entre farallones rocosos, y posee un dominio visual privilegiado sobre la costa y la campiña. Puede tratarse de la primera Bailo. Esta ciudad  llegó incluso a acuñar monedas bilingües con ese nombre en caracteres neopúnicos y latinos. A finales del siglo II a.C., coinciden con el origen de la Baelo junto a la playa.

Esta ciudad recibe el nombre de Baelo Claudia debido a que el emperador Claudio le otorgó el rango de municipio romano el siglo I d.C. En la zona de Mellaria se conoce el hallazgo de un tesorillo bajoimperial, sarcófagos y una lápida sepulcral que se conserva en la Iglesia de San Mateo.

La zona conocerá tiempos turbulentos, como el paso de los vándalos al norte de África, la presencia visigoda, y durante un periodo de casi un siglo la ocupación de la zona costera por las tropas imperiales de Bizancio, en el intento de Justiniano por recuperar el antiguo Imperio.

A este periodo, sin mucha precisión cronológica, parece asociarse el fenómeno de las tumbas rupestres, excavadas en la roca y muchas de ellas antropomorfas, que se encuentran en varios puntos del término Municipal. Sin embargo, nada sabemos de los poblados con los que se relacionan, pero por su ubicación parece tratarse de un poblamiento muy disperso. Destacan los conjuntos de la Sierra del Retín, Betis o Atlanterra, entre otros varios.

Nuestra tierra será  testigo de la llegada del Islam a la península Ibérica en el año 711. Abd al-Rahman III en el año 960 manda construir el castillo. El objetivo principal era proteger este estratégico lugar de paso frente a sus rivales norteafricanos del califato fatimí y consolidar la presencia Omeya.

Pronto la ciudad o medina empieza a crecer, ya que Tarifa será la puerta  de la península para Almorávides y Almohades, imperios que desde el Magreb controlarán al-Andalus desde finales del siglo XI al XIII. En el siglo XII El viajero y geógrafo de Ceuta Al Idrisi la denomina Yazirat Tarif (la isla de Tarif). Este geógrafo  aporta detalles tales como que eran dos las islas, y que contaba con muralla, zoco y baño, es decir, todo lo necesario para ser considerada una medina. Al periodo almohade parece corresponder la barbacana o muro bajo que rodea el castillo, con su puerta en recodo, o la torre octogonal, unida a éste por un largo muro, llamado coracha. También se les atribuye a los almohades la ampliación de la muralla de la medina , llamada Aljaranda.

El avance cristiano durante el siglo XIII sitúa a Tarifa como una pieza clave en la lucha por el control de esta zona estratégica.La llamada Batalla del Estrecho tuvo lugar entre alianzas cambiantes, los meriníes (que habían suplantado a los almohades en el Magreb) obtienen la cesión de la plaza por los nazaríes, quienes luego se alían con los castellanos para recuperarla.  Sancho IV el Bravo conquista Tarifa gracias a la ayuda de Don  Alonso Pérez de Guzmán en 1292 tras arduos combates. Esta reconquista de los cristianos da lugar de una vez por todas a 5 siglos de ocupación musulmana en Tarifa. Poco después, en 1294,  la ciudad se ve asediada por meriníes y nazaríes. Es entonces cuando se produce la célebre defensa de la ciudad llevada a cabo por  su  alcaide Guzmán el Bueno.  Los asediantes retenían al hijo de Guzmán  y querían la ciudad a cambio de la vida del niño. Sin embargo, esto habría supuesto para Tarifa volver a caer en manos musulmanas y Guzmán el Bueno tuvo que optar por sacrificar la vida de su hijo antes que rendir la plaza.

Todavía se asiste en 1340 a otro intento de toma por parte de los musulmanes, lo que dio lugar a otro enfrentamiento internacional. En este nuevo intento de ocupar Tarifa, los musulmanes  fueron derrotados por una coalición, que contaba con el rango de Cruzada otorgado por el Papa. Es la conocida como Batalla del Salado, que supuso el definitivo declive de la amenaza islámica en toda la península ibérica.

La Caleta

El paseo puede continuarse hacia el este por La Caleta, bordeando la playa o siguiendo el antiguo sendero costero que comunicaba con Algeciras, que cuenta con un hermoso empedrado y con buenas vistas sobre la campiña y la Isla. Junto a la orilla podemos ver las ruinas de la “Casa del naufrago” y restos de las antiguas instalaciones portuarias junto a las murallas, caídas en desuso tras la pérdida de arena de esta playa debido a la construcción de la escollera de la Isla. Ésta causó un cambio en el régimen de corrientes, arrastrando la arena hacia la isla y dejando las crestas rocosas al descubierto, las cuales muestran toda su belleza con la marea baja.

El Puerto

Buena parte de la razón de la existencia de Tarifa se debe a su actividad portuaria, y la necesidad de protegerla. Las grandes flotas que en ocasiones transportaron tropas desde el Magreb varaban bien en la Playa de los Lances, bien al pie del castillo y las murallas, donde se encontraba una atarazana o astillero en el siglo XVII, o en La Caleta. Tras perder esta última zona la arena, a principios del siglo XX se construye el actual puerto, al abrigo de la isla de las Palomas, otro tradicional refugio de embarcaciones.

El puerto de Tarifa es el lugar más cercano y rápido para cruzar hacia África, con una flota de barcos que la comunica con Tánger en poco más de media hora, por lo que acoge un creciente tráfico, en buena parte turístico.

Tarifa siempre ha sido ciudad marinera, de pescadores y en tiempos también de corsarios. Cuenta aún con una flota pesquera de cierta importancia, que encuentra abrigo en las alargadas dársenas que pertenecieron a lanchas torpederas de tecnología alemana y tripulación española, que tuvieron allí su base entre los años 40 y 70 del  pasado siglo. También se pueden ver la actividad de los astilleros en los que reparan los barcos, y disfrutar de hermosas perspectivas del castillo y la Isla. En sus inmediaciones encontramos una cornisa con numerosos bares y restaurantes, en calle Juan Núnez y Avenida Fuerzas Armadas.

Castillo de Santa Catalina

Continuando el camino, a unos 300 metros del Castillo de Guzmán el Bueno llegamos al cerro de Santa Catalina, una de las dos islas que el viajero musulmán al-Idrisi mencionaba en el siglo XII. Posteriormente la arena de la playa y los sedimentos arrastrados por el arroyo que cruzaba Tarifa la unieron al continente. Debe su actual nombre a una antigua ermita dedicada a Santa Catalina de Siena, cuyo único testimonio gráfico es el citado dibujo realizado en 1567. La ermita tenía una sola nave y una pequeña espadaña. En sus inmediaciones existió un manantial. Al ser un lugar apartado, sirvió como lazareto durante la epidemia de peste del siglo XVII.

Pero pronto, por su posición elevada y de control estratégico sobre la isla de las Palomas y el castillo, comenzó a tener uso militar. En 1771 la ermita fue convertida en almacén de pólvora. Durante la Guerra de la Independencia los ingleses la demolieron, empleando como mano de obra los presos de Tarifa, y comenzaron las obras de un fuerte para artillería, reforzado por la construcción de un profundo foso seco, excavado en la misma roca del cerro, y que hoy todavía es visible en parte. Tras la guerra, en 1813, los ingleses abandonan Tarifa.

En 1928, el cerro de Santa Catalina fue solicitado por la comandancia de Marina para construir un castillo que sirviera como complemento del faro de la Isla y albergaba el semáforo del puerto. Las obras del esbelto edificio fueron acabadas en 1933, en un estilo historicista que podemos clasificar como neogótico. Tras la Guerra Civil, las defensas se reforzaron con varios búnkeres, comunicados entre sí por túneles. En el año 1972 se instaló el observatorio meteorológico de la Marina, que en el 2000 se trasladó a otro lugar, pasando Santa Catalina a ser de nuevo propiedad municipal. Actualmente existe un proyecto para la construcción de un centro turístico.

La Isla de Tarifa

Continuando el camino llegamos a La Isla de Tarifa, o de Tarifa, que es la última estribación rocosa del continente europeo, antes de sumergirse en aguas del Estrecho. Su punto más meridional, la Punta Marroquí, lo ocupa en la actualidad un faro, construido en el siglo XIX (el primero del  Estrecho de Gibraltar) aprovechando una torre almenara del siglo XVI.

Por su ubicación, justo en el punto donde los mares se ensanchan, debió resultar un lugar mágico para los navegantes que se aventuraban en sus aguas, y por ello se ha planteado que pudo albergar un templo fenicio. Nada quedaría de él, pero sí una serie de hipogeos o tumbas excavadas en la roca, con entrada por medio de un pozo, situadas en el sector más próximo al puerto. Cerca se encuentra un espigón ciclópeo, que también ha sido considerado fenicio, aunque data del siglo XIX.

La isla, de una extensión mayor a la de todo el casco histórico, está formada por dos tipo de roca:  la capa inferior es de areniscas silíceas, que dispuestas en crestas rocosas forman la mayor parte del relieve de la zona. A ellas se superpone otro tipo de roca conocido popularmente como ostionera, formado más recientemente por antiguas playas y fondos marinos fosilizados, que alberga gran número de conchas de moluscos. Esta piedra, blanda y fácil de trabajar, ha sido tradicionalmente empleada en la construcción (por ejemplo, del castillo de Guzmán del Bueno) y su extracción ha modificado notablemente la morfología de la isla, siendo todavía visibles algunos cortes de cantera junto al mar, por donde se transportaba, o en la entrada de la isla, cuyo murallón defensivo es en buena parte la misma roca cortada.

La isla no albergó ninguna fortificación hasta la citada torre de 1588, pero no será hasta el siglo XIX, tras la invasión francesa, cuando se construyan en su perímetro una dársena fortificada y una completa serie de baterías, y en el interior cuarteles y un impresionante polvorín subterráneo, excavado en la roca. Hasta 1808 no se construye la escollera que, a modo de itsmo, une la isla con Tarifa, hasta entonces separadas por un brazo de mar y crestas rocosas, distante unos 500 m de Santa Catalina y 800 m del castillo. Desde el momento de su construcción, marca la línea divisoria entre dos mares. En la parte del Mediterráneo la arena que antes se situaba en La Caleta se deposita ahora en la cala junto a la isla, creando la popularmente conocida como “Playa Chica”, a donde los tarifeños gusta acudir, a resguardo de los vientos, y también se realizan los “bautismos” de buceo o primera inmersión. Al otro lado del itsmo, ya en el Atlántico, comienzan los 10 km de la Playa de Los Lances y Valdevaqueros, de fina arena.

 

Torres almenaras

Las torres vigías o almenaras complementaban el sistema de defensa, creando una red que permitía comunicar alarmas o mensajes por medio de humo de día o llamas de noche. Esta técnica se conoce ya en época púnica, pero son los musulmanes quienes la desarrollan para defenderse de los ataques cristianos. Cuando las tornas cambian, los cristianos reforzarán el sistema existente con la construcción de otras nuevas, para protegerse de los numerosos ataques berberiscos que buscaban capturar personas y ganado. De todas las torres ubicadas en el término tarifeño, la más antigua y también la más visible es la torre de la Peña, conocida también como Roca del Ciervo, que controlaba la Ensenada de Valdevaqueros. Fue construida por los musulmanes entre los siglos XII y XIII, y es de planta cuadrangular. Se sitúa sobre una escarpada peña, y el corto espacio que media entre su base y la orilla de mar fue siempre un lugar valioso para controlar el acceso terrestre a Tarifa desde poniente. Por ella discurre lo que hoy es la Carretera Nacional 340, construida probablemente sobre la antigua Via Heráclea romana. Está atestiguada la lucha que se produjo al pie de la torre durante la Batalla del Salado, el año 1340, o los enfrentamientos entre las fuerzas hispano-británicas y francesas en Guerra de la Independencia.

Destacan también la torres troncocónicas, ya del siglo XVI, del cabo de Gracia (convertida en faro en el siglo XIX, como la de la Isla) y de Guadalmesí, en la desembocadura del río del mismo nombre, al este de Tarifa. Pero el sistema continuaba hacia el interior, del cual son testigos en la zona de Puertollano la Torre del Rayo, musulmana, y la Torregrosa, cristiana y más amplia y lujosa. La riqueza en agua de esa zona era aprovechada para instalar molinos hidráulicos, de los cuales todavía se conserva alguno en funcionamiento. En la zona de Facinas se repite un esquema similar, con restos de varios molinos. Como hemos dicho, además de la pesca, la base de la economía tradicional de la zona ha sido la ganadería, la agricultura y la explotación de los recursos de los montes (madera, carbón, corcho, miel). Existe un buen número de pequeños núcleos de población rural, dispersos por el extenso término municipal de Tarifa, entre los que destacan Facinas y Tahivilla, ambos en el interior, que alcanzaron importancia ya en el siglo XX. En la costa encontramos Bolonia y Atlanterra, surgido este último ya bajo el influjo del turismo.

Durante la Guerra Civil y los siguientes años, debido a la alianza del General Franco con el Eje y la cercanía de Gibraltar, se construyeron en Tarifa gran número de búnkeres para artillería y nidos de ametralladora. Al margen de las grandes baterías costeras, destaca el conjunto fortificado de la Loma de la Cantera, que flanqueaba la llanura inmediata a la playa de Los Lances, aunque se conservan muchos otros dispersos por la costa y el interior.

A lo largo de muchos siglos, Tarifa estuvo condicionada por su valor militar. Prácticamente hasta la llegada de la Democracia, fue una plaza fuerte y el Ejército marcaba la vida diaria con la presencia de numerosos soldados por sus calles, a la vez que contribuía a la preservación del litoral con las zonas reservadas a las baterías. Hoy, obsoleto ya ese sistema estratégico, Tarifa acoge gentes de todo el mundo, mientras toman el relevo de la protección nuevas figuras como el Parque Natural de los Alcornocales, el Parque Natural del Estrecho y las leyes de Patrimonio Histórico. Pero, ante todo, debe ser la conciencia de los tarifeños y de nuestros visitantes sobre la enorme riqueza y fragilidad de nuestro patrimonio, natural e histórico, la que lo preserve.

 

Alejandro Pérez-Malumbres Landa.

Arqueólogo Municipal

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